El mes de septiembre estará marcado por decisiones que guiarán la evolución de los mercados y las economías en el próximo año.
La Fed probablemente cederá a la presión de Donald Trump y bajará las tasas de interés. La reciente apreciación del dólar estadounidense es el resultado de la inestabilidad registrada en los mercados emergentes, con Argentina a la cabeza, imponiendo controles de capital, y la expectativa de que el BCE implementará un plan de expansión monetaria que devalúe al euro. Por otro lado, los inversores europeos siguen considerando el dólar como el peor de los males, ya que la recuperación económica en la zona del euro es incierta y la economía china parece estar en una fuerte desaceleración.
Por el lado europeo, Christine Lagarde parece aprobar y querer mantener la política del BCE cuando afirma que la economía sería peor si el BCE no hubiera impreso 2.500 millones de euros en los últimos cinco años. Sin embargo, la incoherencia en este razonamiento resulta de la cantidad emitida para corresponder a más del 17% del PIB de la zona del euro, cuando el supuesto beneficio era de sólo el 2%. Esto significa que la transmisión de dinero no funcionó, no llegó a la economía real, lo que justifica el aumento de las desigualdades observadas.
De hecho, la inflación se registró a nivel de mercado, donde los beneficiarios eran inversores con activos financieros. Esta alineación entre una inflación silenciosa que diluirá el poder adquisitivo de los europeos, y la ausencia de una remuneración por el ahorro en activos seguros, contribuye a un empobrecimiento generalizado de la población, especialmente para aquellos que quieren comenzar un ahorro a largo plazo.
Sin la octava maravilla del mundo, como Einstein apodó al efecto de capitalización (interés compuesto), el crecimiento del ahorro está en peligro y el sistema financiero se debilita.
Nadie lo admitirá, pero habría sido mejor donar los 2.500 millones de euros a las familias y las empresas, que habrían tomado decisiones más racionales que los estados o los bancos, que sólo necesitaban dinero para sobrevivir. Rápidamente se concluye que la transmisión de dinero a agentes económicos nunca se ha visto afectada, sino a la supervivencia de un sistema que se sostiene a sí mismo a expensas de las relaciones entre los bancos y los Estados.
Se reinicia el debate que tuvo lugar en 2008 sobre el aumento del gasto estatal. Varios países han anunciado que son receptivos a la ejecución de presupuestos expansionistas, pero con una gran diferencia: el BCE prestará ahora a los Estados con tasas de interés negativas.
Esta posibilidad de aumentar el nivel de endeudamiento es la única solución presentada por los políticos, que evitan a toda costa en implementar reformas estructurales, en hacer la economía más flexible o en invertir en proyectos que multipliquen su valor.
Las incoherencias entre la teoría y los efectos prácticos de la política monetaria tendrán un impacto en la credibilidad de los políticos europeos, y esto implica un mayor riesgo que las negociaciones entre Estados Unidos y China.